Normalmente escribo cosas positivas de mi día a día, de mis pensamientos o de cosas que quiero compartir con ustedes, pero creo que también es importante compartir lo no tan positivo o lo que me afecta. Así que hoy es una de esas ocasiones.
Hoy regresé a mi Ciudad natal y desde el cielo pude ver, una vez más, una de las cosas que menos me gustan de vivir en el Distrito Federal. Sin contar la inseguridad (característica de cualquier metrópoli), el tráfico y la contaminación son las dos cosas que menos me gustan de vivir aquí.
Todos los días me levanto y pienso de manera positiva para que ni a mi ni a ninguno de mis seres queridos nos toque la mala suerte de ser víctimas de la violencia. Desde que regresé a México, he tenido la fortuna de organizar mi vida de tal forma que el tráfico me afecta muy de vez en cuando; no tengo coche, manejo sólo una vez a la semana y el resto del tiempo uso mis piernas, la bici o el transporte público para movilizarme. Pero la contaminación es algo que no podemos evitar. Vivimos en ella, con ella y a pesar de ella. Hay días en que los cielos son azules, aún desde lo alto se logra ver toda la ciudad, hasta el horizonte, agradezco esos días en los que se logran ver las estrellas en la noche, aquellos días en los que los pájaros cantan y al voltear para arriba, se ven las nubes blancas contrastando con el foliaje de los árboles... pero hoy no... hoy no fue un día de esos. ¡Qué triste es la realidad en estos días que no!
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