No hay calle, callejón o avenida en la que no encuentres alguna cosa que valga la pena. Ya sea una Iglesia (de las decenas que hay), un edificio histórico, una escultura o pintura, la ciudad está llena de arte, llena de magia.
Fue un día de mucho caminar, mucho sentarse a contemplar y admirar lo que hay alrededor. Y claro, un día para disfrutar de un helado en la Fontana di Trevi. Pero no cualquier helado, uno tradicional de San Crispino (chocolate, stracciatella y caramelo, gracias).
Mañana a seguir disfrutando de la Ciudad Eterna.
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